martes, 16 de junio de 2015

Segunda estrella a la derecha.

    Crecer es terminar el instituto y jurar que ese, el verano de tus 18, será el mejor de tu vida. Que no vas a pisar por casa. Que vas a viajar. A reírte hasta que te duela la barriga. A gritar hasta que se te funda la voz.

    Crecer es darte cuenta de que estabas equivocada y que ese no es El Verano. Es uno más de tantos que vienen, todos ellos llenos de cambios, de alegrías, de recuerdos bonitos, pero también de momentos para olvidar y de lágrimas de despedidas.

    Crecer es decir que vas a salir de bares hasta que salga el sol, que no habrá día que te quedes en casa, que vas a disfrutar de tu libertad por ti y por todo el que se apunte.

    Crecer es cuando pasas más noches de sábado bajo la luz del flexo de tu escritorio que bajo la del farol de la plaza. Cuando al "Vámonos de fiesta" le sigue un domingo de resaca y pasar apuntes a limpio.

    Cuando realmente crecemos es cuando los sueños de instituto pasan a ser un tierno recuerdo, una ilusión inmadura cargada de nostalgia y de "Ojalá mi mayor preocupación fuera lo larga que se me va a hacer la hora de filosofía". Crecer no es solo terminar la ESO, Bachillerato o cumplir 18. Crecer es cuando los monstruos dejan de esconderse en el hueco de la escalera, en las sombras del pasillo por la noche, bajo la cama o en tu armario y pasan a hospedarse dentro de nosotros. Crecer es una lucha constante con ellos y con nosotros mismos, es soñar con la cabeza y no con el corazón. 
    Es odiosamente triste haber perdido esa ilusión por cumplir 18 a poco más de dos meses de los 20. Ojalá existiera esa segunda estrella a la derecha, y todo recto hasta el amanecer. 

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