sábado, 7 de diciembre de 2013

Me preguntó, miles de veces, cómo ser feliz.

    A veces, hubiera deseado no existir, o al menos no estar en ese momento o ese lugar. Sobre todo cuando me preguntó si era feliz. "¿Eres feliz?".

    Qué pregunta tan descabellada. ¡Que si soy feliz! Pues claro que... Claro que... ¿Claro que qué? ¿Soy feliz? ¿Por qué? ¿Qué es ser feliz? ¿Qué es la felicidad, en sí?
    Hay qué joderse... ¡Menuda pregunta! En aparencia es algo tan sencillo que no te das cuenta de que responder sin dudar siquiera un instante sería mentirte a ti y mentirles a ellos.
    Nadie es feliz, dejáos de pamplinas. No os creáis ese tipo de sandeces de "Lo tengo todo para ser feliz". Falacias. A todos nos falta algo, aunque tengamos el mejor empleo, la mejor casa, el mejor coche, la mejor pareja, la mejor familia, los mejores amigos y el mejor unicornio volador. Si te paras a pensar, te das cuenta de que hay algo que nos falta, hay una carencia, por nimia e insignificante que sea. Eso quiere decir que no lo tienes todo. Eso quiere decir que te has estado engañando cuando decías que lo tenías todo. Entonces... ¿Ya no somos felices? Siempre nos va a faltar algo... ¿Nunca podremos ser felices?

    "¿Eres feliz?". Pero, ¿cuánto? ¿Cómo de feliz quieres saber si soy o no? ¿Cuánta felicidad quieres saber si hay en mi vida? ¿Te refieres a la felicidad plena y absoluta? En ese caso, volvamos al párrafo anterior: no. Jamás seré, serás, serán, seréis ni seremos plena y absolutamente felices. Es imposible. Al margen de cualquier bien material... ¿Qué hay de las carencias emocionales? Siempre podrían querernos un poco más, o querer nosotros un poco más. Pero no es de eso de lo que quiero hablar. ¿Qué pasa con las necesidades humanas, con los principios y valores de cada persona?

    Libertad. Justicia. Igualdad. Seguridad. Felicidad. Deberían coexistir, pero no. ¿No? ¿Por qué no? Porque la libertad plena y absoluta de uno, chocaría con la de otro y, en consecuencia, supondría la privación total o parcial de la misma. Y eso... Eso es egoísmo. ¿La felicidad es egoísta? Quizá sí, ¿mas puede alguien ser eternamente feliz sabiendo que, de algún modo, su felicidad ha condicionado que otra persona no pueda gozar de ese regalo? Estúpida y sensual conciencia.

    Maldita Justicia y maldita Igualdad. Sin ambas no podemos ser felices, pero las dos no pueden canturrear al unísono. Justicia es dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece. Igualdad es dar a todos lo mismo, al margen de que lo merezcan, les corresponda o no. Si somos justos, no todos merecen lo mismo, pero debemos procurar un reparto igualitario, lo cual no sería justo, ¿o sí?
    Seguridad, claro. Necesitamos seguridad pues nadie podría vivir en una sociedad o en un mundo peligroso. ¿Quién demonios podría ser feliz si vive con miedo? Miedo a que los demás utilicen su libertad para coartar la nuestra, para restringirnos la justicia y la igualdad y, en consecuencia, para evitar que seamos felices.
    Miedo... Es el miedo lo que nos hace cobardes, pero también lo que nos convierte en serer agresivos, codiciosos y egoístas. Es el miedo lo que marca la diferencia entre seres celestiales, serenos, puros y perfectos y el ser humano. Es el miedo lo que no nos deja ser felices.

    ¿Pero cómo puede alguien no tener miedo viviendo en un mundo en el cual la libertad, la justicia, la igualdad y la seguridad no son más que utopías?


    "¿Como puedo ser feliz?". Ni siquiera me dejó responder a la primera pregunta cuando quebró el silencio del aire y la barahúnda de mi cabeza con esta pregunta. ¿De qué me hablas? Ni siquiera he sido capaz de responder si soy feliz, ¿cómo narices pretendes que te diga cómo alcanzar algo que dudo que no sea más que una ilusión? Qué digo una ilusión... ¡Un cuento! La felicidad no existe, ¡son los padres!

    Clavé mis pupilas en las suyas, tratando de aparentar entereza a pesar de que me estuviera agrietando por dentro. Diablos. Contente. No te desmorones.

    Entonces sonreí. El motivo es insignificante: una canción, una persona, la jarra de cerveza que la camarera puso en la barra. Tanto da. Lo importante es el hecho: sonreí. ¿Pero cómo, o, mejor dicho, por qué? No soy feliz, ¿por qué una persona que no es feliz sonríe?

    En ese instante, hallé la respuesta a su primera pregunta. "Sí", afirmé, rotundamente. "Soy feliz". Mi interlocutor (o interlocutora, aunque el género de esa persona, poco importa en todo este asunto) dijo "Has dudado". Confirmé la obviedad. Esta persona no había preguntado si soy totalmente feliz. Y claro que no soy totalmente feliz, pero sí soy, al menos, "un poco" feliz. ¿Por qué? Si no tuviera motivos para serlo, no hubiera sonreído de esa manera tan involuntaria y sincera.

    Cualquiera es mínimamente feliz porque cualquiera tiene un motivo, por diminuto que sea. El grado de felicidad no importa. Lo verdaderamente importante es saber sacar algo bueno de ella, disfrutarla y compartirla con los demás.

    "¿Y cómo se puede ser feliz?", insistió. "¿Qué más da? Lo soy, y punto", respondí.

Me preguntó, miles de veces, cómo ser feliz. Nunca supe contestar. 



Mención especial a John Doe, el cual, la última línea, inspiró todo el texto.

1 comentario:

  1. "Qué más da, lo soy y punto" ¿Y si eso también forma parte del engaño que decías? Quizás sólo podemos ser felices cuando nos damos cuenta de que la verdadera felicidad no tiene más significado que aquel que nosotros queramos darle. El ser humano es inconformista por naturaleza, supongo que eso es lo que hace que tantas personas se sientan desgraciadas. A veces fijarse en los pequeños detalles es lo que más cuesta... ojalá unos ojos nuevos para poder verlo todo de otra manera, ¿no crees?

    J.D

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