domingo, 16 de septiembre de 2012

Una parte de mí.


Todas nuestras vidas empiezan de la misma manera. Nuestra función en este mundo es siempre la misma: vivir, sin más. Nuestro final es el mismo: morir.
Vivir. Vivir. Vivir… ¿De qué sirve si no es para dejar una prueba en el mundo de que estuviste en él?
Y por ello estoy hoy aquí, como muchas otras veces, escribiendo una parrafada falta de sentido para unos y llena de coherencia para otros. Porque quiero que quede algo de mí. Algo tangible, algo a lo que yo le di alas, a lo que le di la oportunidad de salir a la luz.
Algo que no enterré en mi memoria, ni en una de las páginas de mis cuadernos y libretas de esas que no dejo leer a nadie.
Algo que cualquiera pueda leer, que lo critique, que lo odie, que lo adore, que le fascine, que le desagrade.
Algo que sea una huella que a alguien le recuerde a mí.
Como un tatuaje. O una cicatriz.
Como un trazo de tinta azul  en el reverso de una fotografía. Como un grabado en el tronco de un árbol de un lugar especial.
Crear, destruir, romper, reparar, deshacer, rehacer. Y así hasta configurar una marca propia. Para mí, dejar en las páginas de este blog parte de los pensamientos que rondan mi cabeza, es haceros testigos de mi paso por el mundo, de que estuve viva, de que sentí miedo, alegría, amor, dolor, nerviosismo, tranquilidad… De que fui alguien más que un nombre en una lápida, más que un puñado de huesos en un ataúd, más que un número de la seguridad social, más que un perfil en Internet.
Esto es quien soy, y os guste o no, así va a ser siempre.

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