martes, 17 de julio de 2012

De tatuajes y rumbos perdidos.


Hay personas de las que resulta imposible olvidarse. Son como la tinta de un tatuaje, cosida bajo tu piel, imborrable. Ni siquiera frotando con alcohol. Son para siempre, eternos. Nos acompañarán hasta el día en que nos muramos, e incluso después.
Y el color y el significado de esos trazos de tinta, también viajarán con nosotros, impresos en nuestra piel. El sentimiento que nos llevó a hacernos el tatuaje, el dolor que produjo la aguja al marcar nuestro cuerpo, la emoción de ver el dibujo acabado, la satisfacción de verlo cada día en el espejo, todo eso se queda con nosotros. Siempre. Siempre…
Tal vez sea que no hablo de tatuajes. Tal vez sea que hablo de alguien. Tal vez hable de un Él que ha cambiado mi existencia, mi manera de contemplar la vida y de enfrentarme a ella. Porque con él a mi lado, marcándome el camino a seguir, todo era tremendamente sencillo. La fuerza y las ganas de seguir se enredaban entre nosotros… Y ahora que no es a mí a quien guía, ahora me he perdido. Ahora he llegado a una encrucijada en la que el camino correcto no está para nada claro.
Él. Él se aleja por otro sendero, un sendero vallado con una puerta que se cierra cuando la atraviesa, que me impide seguir con él y que sólo me deja colar los brazos entre los barrotes para intentar alcanzar con desesperación la tela negra de su camisa. Sin éxito, por supuesto.
La verja se pone al rojo, y me veo obligada a apartarme. A lo lejos, entre los hierros, le veo entrelazar la mano con la de ella. Miran hacia atrás, sonríen y siguen caminando, él iluminando el camino y ella siguiéndolo. Y yo, cual estúpida, pierdo toda gana de seguir, y el tembleque de mis rodillas las hace fallar y me hace caer.
Fundido a negro. Con el eco de mi respiración… y su voz a lo lejos.

jueves, 5 de julio de 2012

Siempre tuve algo que contarte.

        Y las palabras siempre se atascaron en mi garganta. Y me las tragué una y otra vez, diluidas en lágrimas, ahogadas por el orgullo. Ahora se amontonan en mi boca, escapan, fluyen a través de la tinta de mi pluma, llenan barcos de papel, libretas, folios, cuadernos, y me atrevería a decir que incluso libros enteros. 

        Pero siguen siendo débiles y cobardes, siguen temblando cuando oyen tu voz, siguen escondiéndose cuando te encuentran a la vuelta de la esquina, se les escapa un sollozo cuando oyen tus pasos. 

        Es duro, porque algo me dice que cierre la puerta y que continúe hacia delante, pero si cierro me quedaré atrapada en esta habitación, este cuarto con las persianas bajadas, sin amueblar, en el que el eco de los latidos de tu corazón y de tu respiración es la única melodía que se repite una y otra, y otra, y otra vez.

        Mientras, la tinta sigue fluyendo, pero las palabras no dejan de brotar.
        

miércoles, 4 de julio de 2012

Amamos lo que amamos.

        La razón no entra en juego. En muchos aspectos, el amor más insensato es el amor más verdadero. Cualquiera puede amar algo por algún motivo. Eso es tan fácil como meterse un penique en el bolsillo. Pero amar algo a pesar de algo es otra cosa. Conocer los defectos y amarlos también. Eso es inusual, puro y perfecto. 

Patrick Rothfuss, El temor de un hombre sabio.

A Luna

 

martes, 3 de julio de 2012


    Una palabra. Dos. Tres. Cuatro... Y así hasta diez. Y veinte. Y treinta... E infinitas. 
Cada una de las que brotaron de sus labios dejaron cicatriz en mi piel