domingo, 30 de diciembre de 2012

Parémonos a pensar por un instante.



Tras haber sobrevivido al fin del mundo pronosticado por los mayas, ahora llega el momento de decir que se nos acaba el 2012. ¿Le oís agonizar? Yo prefiero acallar sus quejidos con un poco de música, no me apetece oírle.

 Sonata número once, para piano, de Mozart. 

Echemos la vista atrás y recordemos este año. Hay gente que se ha ido, y gente que ha venido. Algunos sólo de pasada, otros parece que con la intención de quedarse. 

Aunque los novatos superen en número a los que cerraron la puerta tras de sí, duele reconocer que son éstos últimos los que más han marcado el dos mil doce. Mi dos mil doce, el vuestro no lo creo. O tal vez sí, corregidme si me equivoco.

El 2011 se llevó consigo a alguien, pero antes de cerrar el local me trajo a una persona que me sacara de allí. No fue dejar a mi pareja de baile en un rincón de la pista mientras yo bailaba con otro, no. Yo abandoné la fiesta, aquello era demasiado para mí. No pedí que nadie se quedara dentro, ni que nadie saliera a por mí. Sin embargo un caballero me ofreció su abrigo para guarecerme del frío. (¡Y menos mal! Aquí el invierno es un infierno de hielo... Creo que nos envidian en la Antártida.)

El caso es que este galán me protegió del frío hasta que llegó la primavera. Podría hablar de él como un tímido rayo de Sol, ya que ayudó a que el frío no devorase mi nariz y mis mejillas. No lo cambió todo, pero sí muchas cosas. Me hizo ver que la felicidad no se encuentra en el fondo de una botella de amor, y que no hay que bebérsela de un trago para llegar a ella. Gracias a él, aprendí que ser feliz no es más que disfrutar de cada leve sorbo de ese licor. Disfrutar y saborear cada trago, porque cada uno es diferente y te enseña nuevos matices de lo que te estás bebiendo.

Y el galán vino acompañado, sí. De una golondrina que me dio el empujoncito de ser mejor cada día. Y a pesar de lo que pueda parecer después de ciertos altibajos, seguiré dejando la ventada de mi cuarto abierta para cuando quiera volver. Y para que el viento haga tintinear unos delfines colgados frente a la ventana.

También a finales del año pasado y a principios de este, llegaron a mi vida unas personas que no se merecen otra definición sino la de "maravillosos". Gracias por aparecer sin avisar, por mostrarme que el mundo es menos malo de cómo nos lo presentan y de que en cualquier lugar, incluso en el pupitre de al lado o en el de detrás, hay gente que hace que estemos menos solos. 

Siguiente pieza: Requiem, de Mozart también.

Y además ha aparecido gente fantástica, pero no en las mesas de al lado, sino a un trayecto en bus y unos minutos andando. En un bar, cada fin de semana, se han ganado un pedacito de mí. Me gusta pensar que yo me he ganado algo de ellos. Y si no, bueno... Creo que podría conquistarles con unas jarras de cerveza y unos futbolines con música heavy de fondo, seguro que no falla.

No podría olvidarme jamás de esas personas que llevan ya cerca de cuatro años conmigo. Ellos lo cambiaron todo entonces, y lo siguen haciendo todo mejor cada día. O menos malo. Nunca faltan. Nunca. A pesar de los más y de los menos, sobre todo de los menos, pero nunca faltan. Cualquier agradecimiento se quedaría pequeño, pero no puedo omitir un "Gracias".

En mi dos mil doce se ha colado gente de fuera, tanto del sur como del norte. Y espero que sigan escarbando en la superficie de mi corazón y logren instalarse dentro para siempre, no les pondré ningún impedimento.

Queda esa gente que dudó de mí, esos que no me concedieron el beneficio de la duda, esos que juzgaron sin saber y que me creen culpable de algo que yo no hice. No voy a detenerme en indirectas ni palabras puntillosas para ellos. Siempre he dicho la verdad, no gano absolutamente nada con una mentira, excepto la fama de mentirosa. Y creo que soy bastante más inteligente de lo que pensáis, porque no quiero arrastrar una etiqueta que les corresponde a otros.

Suena ahora el concierto para mandolina, de Antonio Vivaldi.

Supongo que, como de costumbre, me dejaré a alguien. Bueno... Espero que sepan que no lo hago a posta. Todos los que han formado parte de mi dos mil doce, saben de sobra quiénes son. No necesito hacer una lista de nombres, ellos lo saben, yo lo sé. Ellos conocen el motivo de por qué son importantes de una manera u otra, y yo también.

Gracias por haber seguido conmigo otro año más, por haberos incorporado y por hacer el esfuerzo de quedaros. Sé que soy una persona complicada y difícil de soportar y entender a veces, pero vosotros lo hacéis, o al menos os empeñáis en intentarlo. Gracias, y nos vemos -espero- al año que viene. Y al siguiente. Y al que viene después. Y así hasta que vosotros queráis estar conmigo.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Cuéntame tus sueños e intentaré hacerlos realidad.

        A veces las cosas dan un giro de ciento ochenta grados y cambian. Quizás lo único que cambia es la perspectiva, pero lo que importa es la persona que te venda los ojos, cambia tu posición, retira la venda y te ofrece una nueva visión del mundo. 
        El mundo se ve menos malo con la compañía adecuada. O eso parece. No puedo quejarme de esta forma de verlo. 

miércoles, 19 de diciembre de 2012

La nostalgia y sus derivados.

    Se nos acaba el otoño. Los árboles prácticamente han mudado todas sus hojas y no son más que esqueletos de ramas. 
    El frío acecha escondido en alguna parte. No sé dónde, pero tampoco me importa. Tal vez el mundo se nos acabe antes de que empiece a refrescar de verdad. 
    ¿Celebraremos la Navidad, Noche Vieja, la noche de Reyes? Puede que sí, puede que no. No me importa lo más mínimo. Sólo quiero dormir, igual que los osos durante el invierno. Tal vez así deje de echarle tanto de menos.
    El otoño es bohemio. Bohemio y cansino. Me encanta, he de admitirlo, pero es repetitivo. Todos los días se ven igual de grises, igual de nublados. El cielo todos los días amenaza con descargar litros de agua, y a veces cumple la amenaza y otras no. Es como si jugara con nosotros, como si intentara hacerse el gracioso para que no nos aburramos tanto. Para que no nos quedemos  sentados en casa, mirando por la ventana y esperando a que deje de llover. Esperando, y esperando.Sin nada que hacer... Porque mamá no te deja encender el ordenador ni la televisión, por la tormenta. Y ya te has leído todos los libros de tus estanterías, no te gusta dibujar, a tu guitarra le falta una cuerda. Es como si una nube de sopor te cogiera en brazos y te meciera para que te adormilases hasta cerrar los párpados del todo. Pero hay algo, parecido al constante tictac de un reloj, que no te deja caer dormido del todo.

    Joder, es que no sabes lo duro que es esta mierda de esperar un día tras otro, esperando a que vuelvas, o a que me dejes volver. 
    Te echo de menos. Cada día. Cada hora. Recuerdo un montón de anécdotas y me las cuento a mí misma con la esperanza de que vuelvas, de que yo pueda volver. 
    Fui yo la que lo complicó todo. Fui yo. Sólo yo. La culpa es mía. Sólo mía. Y no puedo hacer nada más que esperar. Y esperar. Y esperar. Y esperar. ¿Y cuánto llevamos así? ¿Dos meses?... ¿Sólo uno? Pensaba que había sido más tiempo... Esto es realmente desesperanzador. Quiero dormirme, tengo sueño. Quiero dejar de pensar en todo esto, pero no puedo bajar la guardia. En cuanto lo hago pasa algo.
    Vuelve, por favor. Dejadme volver. Lo necesito. De verdad que sí. Pero soy una cobarde, no tengo las agallas suficientes para entregarte esta carta en mano, o para hacerte más fácil que la leas. Soy rematadamente imbécil. Necesito que vuelvas, que todo esto se acabe y que las cosas vuelvan a ser como antes. Como antes de que yo las complicara. 
Sé que puedo hacerlo, pero necesito que me permitas llevar a cabo mi propósito. Necesito que me lo permitáis.
No podemos cambiar el pasado, pero podemos soltarlo para agarrarnos al futuro.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Insensibilidad

De esto que tus días están sumidos en una neblina que descarga llovizna sobre tus párpados. Y esas microscópicas gotas, terriblemente frías, entumecen tu piel. Y esta se enrojece, la sangre lucha porque la temperatura no disminuya...
Pero cuando llevas un buen rato expuesto a la bruma, al frío, a la ausencia de Sol, apenas notas el frío, ni el calor... Sólo son vagas imágenes, recuerdos lejanos. 
Empiezas a temblar, tanto que te castañetean los dientes. Y el hielo se apodera de tu cuerpo. Pierdes la noción del tiempo, no sabes cuánto llevas ahí sentada, a la intemperie, sin nada que te sirva de abrigo. 
No habrá nada que te saque de ese entumecimiento. Nada, salvo un buen fuego encendido en un cuarto acogedor, un butacón y una manta junto a la chimenea y una bebida caliente. Y poco a poco volverás a ser capaz de sentir algo que no sea frío... y miedo.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Días grises y columpios de madera.

¿Nunca te has despertado una mañana y has sentido como si el mundo fuera... gris? Como si estuvieras atrapada en el vaivén de un columpio de madera colgado de la rama de un árbol centenario, una rama quejumbrosa que quiere ceder y aún sostiene el zarandeo del columpio. Y no sabes ni cómo ni por qué, pero aún no te has caído al suelo.
No te asusta que el suelo esté embarrado porque lleva horas cayendo agua sin parar. No temes caerte. Te da miedo saber que la caída es inminente, pero que llegará cuando menos te lo esperes, cuando bajes la guardia...
Y no sólo no habrá nadie allí para evitar que te estrelles contra el suelo, sino que no habrá nadie para ayudarte a ponerte de pie después.
Prevés que el golpe hará que tu espalda se resienta y que el calambrazo de dolor recorrerá todo tu cuerpo. Que hará eco en cada una de tus articulaciones y que el frío, el barro y el agua te dejarán inmóvil en el suelo. Que no serán las lágrimas las que dibujen líneas negras de maquillaje en tus mejillas, que por fuera estarás entera, de una sola pieza. 
Sin embargo, también sabes que por dentro estarás totalmente hecha pedazos. Pedazos plagados de grietas y a punto de fragmentarse en trozos más pequeños, más afilados, más cortantes.
Más que el hecho de caerte, lo que te duele, lo que te hace daño, lo que te rompe es que no vaya a haber nadie que te ofrezca su mano para ponerte en pie. Si hay alguien, se reirá de ti por llevar horas columpiándote colgada de una rama que estaba claro que se iba a romper. Se mofará sin ni siquiera acercarse a preguntarte por qué lo hiciste, por qué confiaste en una rama que aunque fuera robusta no paraba de sonar. 
Lo que esa persona no sabe es que estuve ahí porque quise, porque quería saber hasta dónde podía llegar, porque me divertía... Pero que cuando la rama empezó a crujir no la escuché. Que la oí, la oí perfectamente, pero pensaba que no llegaría a romperse. Que me obcequé en creer que no pasaría nada, que me empeñé en que no tenía por qué bajarme porque la rama no se iba a romper y el columpio y yo no nos íbamos a caer al suelo.
Ahora me encuentro a medio camino entre una rama rota, un columpio descolgado y un charco de barro. Y tengo la sensación de que la lluvia me empuja hacia abajo, para que caiga con más fuerza, para que el golpe duela más, para que las secuelas sean mayores. Y no me importa. O sí.
No lo sé. No sé nada. Porque hoy es un día gris. Un día gris, vacío y helado. Un día en el que mis emociones han entrado en letargo y no quiero despertarlas. A veces no sentir nada ayuda, a veces ser de hielo es lo mejor, al menos durante un tiempo. ¿Qué pasará cuando el muro de hielo se derrumbe? Prefiero no pensarlo.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Cambio imágenes por palabras.












    La entrada de hoy es mucho más diferente de lo que suele ser. Es más, es posible que para muchos carezca de coherencia alguna. Incluso yo dudo que la tenga... Pero mi estado de ánimo me impide escribir y me suplica que deje salir lo que siento.
    Dado que las palabras se agarrotan en mis manos y se niegan a dejarse caer en una hoja de papel o en esta entrada, he decidido recurrir a una selección de imágenes que espero sean suficientes para decir algo de lo que siento ahora mismo.
      Estoy decepcionada con mi orgullo. No pensé que fueras tan fuerte, cabronazo.

jueves, 1 de noviembre de 2012

¿A qué saben...

... las lágrimas?
A dolor. O a orgullo. A pérdida. A despedida. A ser demasiado débil, o a ser demasiado fuerte. A ser demasiado sensible, o a ser demasiado hierático y perderlo todo.
Pero también a alegría. Y a reencuentro. A risas. A felicidad de la buena. A Amor, con "A" mayúscula. 
Las lágrimas también saben a "Lo logré". Y a "Has vuelto". Y a "Te quiero". 
Las lágrimas saben a querer. Siempre saben a querer.

¿Y las sonrisas? ¿A qué saben las sonrisas?
Pues a emociones. A recuerdos alegres. A deseos cumplidos. A sueños hechos realidad. A logros conseguidos. Y a risas y Amor, como las lágrimas.
Y además pueden saber a ironía. A "Te voy a matar". A "Me río por no llorar". A cinismo. A "No puedo creer que esté pasando esto".
Las sonrisas saben a querer. Igual que las lágrimas.

Y después de saber esto... ¿Es oro todo lo que reluce? ¿Son las lágrimas siembre amargas y las sonrisas siempre dulces? 
Las apariencias engañan... ¿O no?

domingo, 28 de octubre de 2012

Cartas a ninguna parte.

      He decidido volver a mandar cartas. Pero de las bonitas, de las de verdad. De las que echas en los buzones amarillos de correos, esos que cuando éramos pequeños creíamos que eran... ¿mágicos?

      Pues claro que lo creíamos. Al menos yo. ¿Porque cómo era posible que echases una carta ahí dentro y a los pocos días la tuviese en su buzón la persona cuyo nombre escribiste en el sobre? O a lo mejor no era magia exactamente... 

      Yo recuerdo que pensaba que debajo de los buzones estaban las entradas de las madrigueras de los conejos, y que un conejo blanco con un traje de rayas blancas y azules cogía las cartas y las llevaba a través de los túneles. De hecho, siempre que iba a echar cartas al buzón me empeñaba en intentar echarles una zanahoria dentro para los conejos.

      Pero la magia y las historias que creemos de pequeños siempre se acaban desvaneciendo. El asunto de los conejos carteros se fue al traste cuando vi a un empleado de Correos recogiendo un enorme saco del interior de uno de esos buzones amarillos. Recuerdo que me acerqué a ver si veía algún conejo, y evidentemente no lo encontré. Me sentí tremendamente decepcionada. Era como si me hubiesen estado mintiendo durante años, aunque en realidad esa historia me la inventé yo.

      Volviendo al tema que nos atañe, he vuelto a llenar unos cuantos folios de tinta con forma de anécdotas, pensamientos, preguntas y todas esas cosas que se escriben en las cartas. Y no me decido a cerrar el sobre, porque tengo la sensación de que falta algo y de que sobran otras cosas. Y tampoco me decido a poner el sello y el destinatario y echarla al buzón amarillo, porque temo que nadie responda mi carta. 

      Yo reconozco que me hace ilusión escribir y enviar cartas, pero me ilusiona mucho más recibirlas. Más aún cuando están escritas a mano, porque en la forma, la precisión y la fuerza de los trazos están implícitas las emociones de la persona que te escribe. Más aún que en sus palabras. Sabes si lo escribió de manera rápida y desinteresada, si se esmeró en que la caligrafía fuera perfecta o si le emocionaba tanto el tema que estaba tratando en ese momento que ejerció especial presión con el bolígrafo en algunas frases o palabras.

      La mayoría de las personas dicen que los ojos son el espejo del alma. Yo discrepo. Una mirada puede aprender a mentirte, una carta escrita del puño y letra de alguien, jamás. Las cartas son siempre sinceras, porque aunque las palabras que estén escritas en ellas no lo sean, los detalles que mencioné antes las delatan.

      Creo que finalmente cerraré el sobre, pondré el sello y el destinatario e iré a echarla al buzón. Me gusta pensar que recibiré una carta de vuelta, o que al menos la otra persona la recibirá y sabrá que me he acortado de ella. 

      ¿Y qué manera más especial hay de decirle a alguien que piensas en él, que escribiéndole una carta?

lunes, 8 de octubre de 2012

Mordiscos de fuego.


La memoria de una persona es la única que puede hundirle en la más absoluta tristeza, o darle alas a su sonrisa. Ella, y todos los recuerdos que esconde en sus entrañas, todas esas imágenes que deja aflorar de vez en cuando y que nos arrancan una mueca de dolor, un suspiro melancólico, una carcajada irónica, hacen que sus ojos brillen de pura alegría o que se inunden en amargas lágrimas.
De ellos depende el porvenir, pues no son más que hechos pasados que dan lugar a un presente y un futuro.
Los recuerdos nos dan vida y nos hacen crecer, al igual que el fuego alimenta las llamas de una hoguera.
Los recuerdos nos consumen, tal y como el fuego devora la leña seca de una chimenea en pleno invierno.



domingo, 30 de septiembre de 2012

What makes me happy.


         El dulce  sonido de una guitarra clásica. O el de un violín, o un piano. 
       El olor de las páginas de los libros nuevos. Y almacenarlos en las estanterías de tu cuarto, para leerlos una y otra vez.
        Ver una película en el sofá, con un cuenco de palomitas recién hechas.
        Sentarme en el porche cuando hay tormenta y contemplar los relámpagos con fascinación.
        Acurrucarse frente a la chimenea en Invierno y dejar pasar el tiempo viendo danzar a las llamas.
        El olor de la pólvora y de la gasolina. 
        El repiqueteo de la lluvia en el suelo, las gotas de agua haciendo hondas en los charcos y el olor a tierra mojada que queda después. 
        El sol de los días de Invierno, los días nublados del Verano. El crujir de las hojas secas en Otoño. Las flores en Primavera. 
        El aroma del mar, el sonido de las olas, la textura de la arena.
        Las caminatas por parajes montañosos, rebosantes de vegetación, en los que el aire huele a vida.
        La sonrisa de la luna. La mirada de las estrellas.
        Los ojos de los lobos, y de las águilas. Y el ronroneo de un gato.
        Compartir unas carcajadas con tus amigos, jugando al jenga con un gatete hiperactivo correteando por la habitación.
        O unas cervezas entre risas en la puerta del bar.
       Y una tarde tomando café con alguien, con sus correspondientes conversaciones que versan sobre todo y nada a la vez. 
        Las lágrimas de alegría. El dolor de tripa después de reírte durante un buen rato. Perder la voz tras una noche de fiesta.
        Pero sobre todo, las sonrisas de la gente con la que comparto todo esto.

martes, 18 de septiembre de 2012

Somos los héroes de nuestras propias historias.

            Do you know that feeling? When you're just waiting to get home and go into your bedroom, close the door, fall into your bed. Just left everything out that you keep in the whole day. That feeling of desperation. You're tired, tired of everything, tired of nothing. You just want someone to be there. You know you have to be strong for yourself because no one can fix you. For once you just want it to be easy, to be simple, to be helped, to be saved. But you know it won't be. But you're still hoping, still wishing and you're staying brave with tears in your eyes. You are fighting. You're a fucking hero.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Excusas y otras artimañas

Cualquier excusa es buena si con ello consigo tenerte cerca. Aunque sea sólo un poquito. 
Pero valdrá la pena.

   A lo mejor tú no lo recuerdas, o no te diste cuenta en ese momento, pero cuando te vi mis ojos quisieron comerte a miradas, mis labios a besos, mis manos a caricias, mi memoria encerrarte en ella y mi corazón atraparte y hacerte feliz de todas las formas posibles.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Una parte de mí.


Todas nuestras vidas empiezan de la misma manera. Nuestra función en este mundo es siempre la misma: vivir, sin más. Nuestro final es el mismo: morir.
Vivir. Vivir. Vivir… ¿De qué sirve si no es para dejar una prueba en el mundo de que estuviste en él?
Y por ello estoy hoy aquí, como muchas otras veces, escribiendo una parrafada falta de sentido para unos y llena de coherencia para otros. Porque quiero que quede algo de mí. Algo tangible, algo a lo que yo le di alas, a lo que le di la oportunidad de salir a la luz.
Algo que no enterré en mi memoria, ni en una de las páginas de mis cuadernos y libretas de esas que no dejo leer a nadie.
Algo que cualquiera pueda leer, que lo critique, que lo odie, que lo adore, que le fascine, que le desagrade.
Algo que sea una huella que a alguien le recuerde a mí.
Como un tatuaje. O una cicatriz.
Como un trazo de tinta azul  en el reverso de una fotografía. Como un grabado en el tronco de un árbol de un lugar especial.
Crear, destruir, romper, reparar, deshacer, rehacer. Y así hasta configurar una marca propia. Para mí, dejar en las páginas de este blog parte de los pensamientos que rondan mi cabeza, es haceros testigos de mi paso por el mundo, de que estuve viva, de que sentí miedo, alegría, amor, dolor, nerviosismo, tranquilidad… De que fui alguien más que un nombre en una lápida, más que un puñado de huesos en un ataúd, más que un número de la seguridad social, más que un perfil en Internet.
Esto es quien soy, y os guste o no, así va a ser siempre.

martes, 7 de agosto de 2012

Running to the edge of the world.


Los límites de nuestra vida los ponemos siempre nosotros. Si no podemos seguir, es porque nos obcecamos en que no. Si no somos capaces de hacer algo, es porque nos concienciamos de que no podemos.
Todas nuestras paranoias tienen un trasfondo de “No puedo”, “No sé”, “No me atrevo”. ¿Alguien se hace a la idea de todo de lo que seríamos capaces si quitáramos todos esos “No”?
Imaginaos: todas esas ataduras se desvanecerían. Todos esos miedos, esas paranoias, esas obsesiones se irían para siempre. Y ese chico de ojos claros podría ser tuyo. Y esas palabras que entierras en libretas, se darían a conocer al mundo entero. Y esos sentimientos que empujamos al fondo de nuestro estómago, brotarían de nuestra garganta. Y ese micrófono sobre el escenario desparramaría tu voz por la sala. Y esas partituras, esas canciones que nunca nadie escuchó, llegarían hasta sus oídos.
Y nos tiraríamos al agua desde aquel acantilado. Y bailaríamos en la orilla del mar, sin música, sin público, sin pareja, si nada que nos cohíba. Y gritaríamos su nombre en la calle más atestada de gente de la ciudad. Y cantaríamos a voz en grito las canciones de nuestra infancia. Y charlaríamos durante horas sobre las cosas más absurdas, sobre los mayores sinsentidos, mirase quien nos mirase. Y vestiríamos como nos diera la realísima gana. Y opinaríamos lo que quisiéramos sin miedo a que se nos reprochen nuestras ideas.
Y correr hasta el fin del mundo, hacia donde quiera que esté. Y si perdemos el aliento, paramos, lo recuperamos, y continuamos, despacito, y luego otra vez deprisa. Viviendo al límite, como nos diera la gana. Siendo felices. Haciendo felices a los demás.
El etcétera se queda pequeño para todas las cosas que quedan por enumerar. Así que me lo ahorro.
Feliz verano. Estoy de vuelta ;)

martes, 17 de julio de 2012

De tatuajes y rumbos perdidos.


Hay personas de las que resulta imposible olvidarse. Son como la tinta de un tatuaje, cosida bajo tu piel, imborrable. Ni siquiera frotando con alcohol. Son para siempre, eternos. Nos acompañarán hasta el día en que nos muramos, e incluso después.
Y el color y el significado de esos trazos de tinta, también viajarán con nosotros, impresos en nuestra piel. El sentimiento que nos llevó a hacernos el tatuaje, el dolor que produjo la aguja al marcar nuestro cuerpo, la emoción de ver el dibujo acabado, la satisfacción de verlo cada día en el espejo, todo eso se queda con nosotros. Siempre. Siempre…
Tal vez sea que no hablo de tatuajes. Tal vez sea que hablo de alguien. Tal vez hable de un Él que ha cambiado mi existencia, mi manera de contemplar la vida y de enfrentarme a ella. Porque con él a mi lado, marcándome el camino a seguir, todo era tremendamente sencillo. La fuerza y las ganas de seguir se enredaban entre nosotros… Y ahora que no es a mí a quien guía, ahora me he perdido. Ahora he llegado a una encrucijada en la que el camino correcto no está para nada claro.
Él. Él se aleja por otro sendero, un sendero vallado con una puerta que se cierra cuando la atraviesa, que me impide seguir con él y que sólo me deja colar los brazos entre los barrotes para intentar alcanzar con desesperación la tela negra de su camisa. Sin éxito, por supuesto.
La verja se pone al rojo, y me veo obligada a apartarme. A lo lejos, entre los hierros, le veo entrelazar la mano con la de ella. Miran hacia atrás, sonríen y siguen caminando, él iluminando el camino y ella siguiéndolo. Y yo, cual estúpida, pierdo toda gana de seguir, y el tembleque de mis rodillas las hace fallar y me hace caer.
Fundido a negro. Con el eco de mi respiración… y su voz a lo lejos.

jueves, 5 de julio de 2012

Siempre tuve algo que contarte.

        Y las palabras siempre se atascaron en mi garganta. Y me las tragué una y otra vez, diluidas en lágrimas, ahogadas por el orgullo. Ahora se amontonan en mi boca, escapan, fluyen a través de la tinta de mi pluma, llenan barcos de papel, libretas, folios, cuadernos, y me atrevería a decir que incluso libros enteros. 

        Pero siguen siendo débiles y cobardes, siguen temblando cuando oyen tu voz, siguen escondiéndose cuando te encuentran a la vuelta de la esquina, se les escapa un sollozo cuando oyen tus pasos. 

        Es duro, porque algo me dice que cierre la puerta y que continúe hacia delante, pero si cierro me quedaré atrapada en esta habitación, este cuarto con las persianas bajadas, sin amueblar, en el que el eco de los latidos de tu corazón y de tu respiración es la única melodía que se repite una y otra, y otra, y otra vez.

        Mientras, la tinta sigue fluyendo, pero las palabras no dejan de brotar.
        

miércoles, 4 de julio de 2012

Amamos lo que amamos.

        La razón no entra en juego. En muchos aspectos, el amor más insensato es el amor más verdadero. Cualquiera puede amar algo por algún motivo. Eso es tan fácil como meterse un penique en el bolsillo. Pero amar algo a pesar de algo es otra cosa. Conocer los defectos y amarlos también. Eso es inusual, puro y perfecto. 

Patrick Rothfuss, El temor de un hombre sabio.

A Luna

 

martes, 3 de julio de 2012


    Una palabra. Dos. Tres. Cuatro... Y así hasta diez. Y veinte. Y treinta... E infinitas. 
Cada una de las que brotaron de sus labios dejaron cicatriz en mi piel 

domingo, 24 de junio de 2012

[Ir]racionalidad


Los sentimientos son un manojo de caprichos. Nunca sabes qué va a pasar. Sin más, ahí les tienes. Puede que no haya un motivo, puede que sí. Aparecen y se niegan a irse en una temporada.
Los más cabezotas, incluso se tatúan en las paredes de tu corazón. Impregnan sus tejidos de tinta contaminada de recuerdos, envenenada con sensaciones y emociones imborrables. Condicionarán todos y cada uno de los pasos que demos, todas nuestras decisiones. Nuestra vida está a su merced… Pero sólo hasta cierto punto.
Siempre queda un pequeño hueco para una irrevocable racionalidad. Siempre podemos pararnos en seco y callar la vocecilla interior. Podemos tratar de tomar una decisión mejor sin que las emociones nos lo impidan. Pero hay que querer hacerlo.

miércoles, 20 de junio de 2012

I'd like to be back.

        Soy propensa a darle un final desastroso a todas mis historias. No fue una excepción, como cabe esperar. Lo estropeé, y la culpa, al menos gran parte, fue mía.


        Tomé el camino fácil, y ahora mismo, no sé si volveremos a dirigirnos la palabra con la misma complicidad y ternura que antes. Creo que ha sido la primera y última vez que no voy por el sendero difícil, y cada vez estoy más segura de que debería haberlo seguido. Debería haberme enfrentado a la situación de una manera menos drástica. Debería haber seguido ahí, no tendría que haberme alejado intentando borrar mis huellas y procurando no hacer ruido al cerrar la puerta.

        Pero lo hice. Y me obcequé en que el error lo estabas cometiendo tú al no detener mi huida. Pero… ¿cómo ibas a hacerlo, si ni siquiera te permití darte cuenta de que me iba? Fue tan gradual que apenas yo misma lo pude ver. Sencillamente, un día estaba demasiado lejos. Fue como si nos hubiéramos ido a dormir y yo, a media noche mientras dormías, hubiera cogido mi maleta y un billete de tren de sólo ida. Al amanecer yo ya no estaba, ¡y qué demonios! Ni siquiera trataste de buscarme. No preguntaste a nadie dónde diablos me había metido. O al menos, nadie me lo dijo.

        Tal vez sea eso, el “nadie me lo dijo”, lo que me ha hecho comprar este billete de vuelta. Eso y una vocecilla interior que me dice que o me trago el orgullo ahora, o jamás podré reescribir aquella historia cuyo prólogo empezamos a redactar.

        No sé si esto es una carta, o qué es. Supongo que quería ir allanando el camino, ir quitando obstáculos y esas cosas. Supongo que es una especie de aviso, porque en el fondo espero que al bajar del tren tú estés esperándome en algún banco del andén, entre el barullo de gente, con esa mirada seria y cómplice, con tu sonrisa canalla, con tu pose de galán del siglo XXI, y con alguna reprimenda esperando a trepar por tu garganta y a descolgarse por tus labios.


martes, 19 de junio de 2012

Los lobos siempre muerden.


Todo se va. Todo. En apenas un segundo, en apenas una frase.
Todo un cúmulo de pequeños detalles, de pequeñas ilusiones, de intenciones de hacerle feliz… Todo se va cuando la realidad te grita al oído que no es tuyo, nunca lo fue, y nunca lo será.
En su mirada siempre encontré el reflejo de un lugar lleno de esperanza, un lugar al que siempre quise pertenecer. Y qué duro es darse cuenta de que esas pupilas no se detuvieron en mí como lo hicieron las mías con él.
Lo reconozco, el lobo me mordió, y yo me volví adicta al dolor que me producían sus fauces.

domingo, 17 de junio de 2012

Saltar por la borda.





Esto es un completo asco. Pero del todo. Lo odio, odio que no desaparezcas de mi cabeza. Te has anclado a mi memoria, y parece que te niegas a marcharte. Y la verdad, empiezo a dudar que quiera que te vayas…

Pero al fin y al cabo, supongo que tendré que retirarme, aunque sea con el tacto de tus labios tatuado en los míos. Aunque sea con todos esos instantes que me regalaste, tratando de evitar que se escapen suspendidos de cada lágrima. Aunque necesite a horrores tu aroma en mi ropa al volver a casa cada tarde. Aunque necesite tus manos en mis mejillas. Aunque me hagan falta todas y cada una de las notas de tu voz, en mi oído, suaves, graves, melodiosas.

Todo en él es como el canto de una sirena: si lo escuchas, aunque sea por accidente, estás perdido. Te arrojarás al mar más embravecido, aunque al fondo te esperen las más mortíferas rocas. Ni siquiera lo dudarás un mísero instante, todo lo que necesitas como al aire estará en el agua. Saltarás por la borda sin más.

Ni siquiera te arrepentirás cuando el agua helada te atraviese como diminutas y afiladas cuchillas, ni cuando el furioso oleaje te estrelle contra las rocas una y otra vez. Cuando tu cuerpo esté entumecido por el frío y los golpes, cuando no sepas si conservas todas las partes de tu anatomía, aún entonces sólo una imagen prevalecerá en tu cabeza.

Y será él. Sabes que lo será. Sus ojos dorados, con esa suave tonalidad verdosa. La suavidad y el aroma de su piel. El calor y el cobijo del hueco entre su hombro y su cuello. La curva de su radiante sonrisa. La música de su hipnotizante voz. Su forma de hablar, de caminar, de ver el mundo. Sus manías, sus virtudes, sus defectos. Su perfecta imperfección.

Lo único que desearás en ese momento, será que sus manos te atrapen con firmeza y te saquen a la superficie. Es en ese instante, en el que la última gota de oxígeno se agota, en el que el frío anula tu temperatura corporal, en el que el dolor se hace insufrible… en el que, si aún guardas la esperanza de que te saque de ese Infierno helado, sabes que le quieres. Más de lo que tu vida podría permitirse, pero menos de lo que nadie, ni siquiera tú, puedes llegar a saber. Jamás.

     Arrojarse al abismo por amor es romántico, 
siempre y cuando alguien vaya a frenar tu caída.

jueves, 14 de junio de 2012

martes, 12 de junio de 2012

I'll stop the whole world from turning into a monster, eating us alive.

I'm only human, I've got a skeleton in me 
but I'm not the villain, despite what you're always preaching. 
Call me a traitor, I'm just collecting your victims, 
and they're getting stronger. I hear them calling.

lunes, 11 de junio de 2012

Crónica de una tarde de verano


“¡Yaaaaaaaaaay!” Ya está otra vez.  Le miro boquiabierta y él se ríe un instante. Su semblante se torna sereno de nuevo, ajusta la correa de la guitarra y vuelve a tocar la misma canción. Siempre la misma: Master of puppets.
Quizás lo más gracioso es que la emoción resquebraja su máscara de solemnidad. Para no variar, acaba yéndose de la canción original a una improvisación. Y siempre le queda bien.
Sigue tocando, y acaba casi de rodillas de pura emoción. Cierra los ojos con fuerza y mueve la cabeza al son de su música. Deja de tocar, abre los ojos, mira al techo y sonríe triunfalmente. En su mano derecha, los cuernos de Satán. En su garganta, la coletilla de siempre: “¡YEAH!”.
Se pone de pie, vuelve a colocarse la guitarra y se ríe “Podemos seguir ensayando, chicos”. Mi carcajada es inevitable: “Pijama-man, que te emocionas”. Me fulmina con la mirada y le sonrío riéndome. Mira al grupo y les indica con un gesto que está listo.
Me acomodo en la silla y me dispongo a prestar atención al resto del ensayo. Es el turno de Sweet Dreams.

domingo, 10 de junio de 2012

Moon


Aquella noche la luna estaba radiante.  Adoraba aquella sonrisa blanca, impoluta y pura rompiendo la monotonía del cielo oscuro. Desde mi ventana apenas podían verse las estrellas, y ella solía convertirse en mi guía nocturna.
A menudo, me invitaba a viajar con ella. En el trayecto, me contaba historias sobre rebeliones, sobre mundos fantásticos, sobre vidas anónimas. Me hablaba de sus sueños, de quién fue, quién es y quién quiere llegar a ser. Dejó de ser una esfera suspendida en el firmamento, para convertirse en una compañera de viaje.
Un día, sin más, dejé de buscar caminos iluminados por las noches. Caminase por donde caminase, ella iba a estar allí para guiarme y para ayudarme a ver los obstáculos.
La luna, con su sonrisa ladeada e irónica, se convirtió en mi hermana.

A una golondrina en concreto.


El silencio se quebró con el sonido de cientos de alas azotando el aire. Una perfecta formación de aves sobrevoló el cielo y terminó por posarse sobre los cables del tendido eléctrico. Altivas, solemnes, hermosas y vigilantes, las golondrinas seguían con la mirada mi caminar, pendientes de cualquier circunstancia que me impidiera avanzar.
Y una de ellas, desplegó las alas y descendió, casi en picado, hasta posarse en mi hombro, como si del loro de un bucanero se tratase. La miré extrañada, interrogándole con la mirada. El ave ladeó la cabeza, y el gesto se me hizo tan humano que no pude evitar sonreír.




Miré al frente y continué el camino junto a mi pequeña golondrina.

sábado, 9 de junio de 2012

Barcos de papel

Hacía tiempo que no indagaba en mi memoria en busca de aquel roce. Aquella dulce fricción de nuestros labios.
Sin embargo, hace cosa de dos semanas encontré unos diminutos barcos de papel, todos ellos garabateados con algunas palabras que en apariencia podrían resultar carentes de sentido. Pero no sólo sí lo tenían -y aún lo tienen- sino que además los barquitos pesan, y no por el papel o por la tinta con la que están trazadas las palabras, sino por todos los sentimientos que viajaban de polizones. Tienen el tamaño suficiente para navegar sobre la yema de los dedos, y sin embargo su capacidad es inmensa.
Cierto es que creía que habían zarpado hacía tiempo, pero al parecer seguían amarrados al muelle. No tenían a nadie que les capitaneara rumbo a su destino, y la cautela les impidió hacerse a la mar.
Les miro con ternura y acabo por subir a bordo de uno de ellos, el más pequeño de todos. Me paseo por la cubierta, por el camarote del capitán y por la bodega. Sus paredes blancas están llenas de trazos negros y firmes. Vuelvo a cubierta y trepo hasta el nido del cuervo, desde donde contemplo mi flota de papel. Me doy cuenta de que las velas del mayor de todos están ajadas. Regreso al muelle y me dirijo hacia el otro barco. El mascarón de proa, una náyade, llora, pero sin embargo en su mirada brilla la rabia. Rozo el bauprés con la punta de los dedos y escucho el eco del llanto de la náyade. Subo a bordo, y me encuentro con un desorden desconcertante. Hay cabos sueltos por todas partes y mercancías desperdigadas por doquier. La trampilla de la bodega está abierta, invitándome a pasar. Acepto la invitación, y el panorama es bastante más desolador que el de allá arriba: está todo vacío. No hay nada, a excepción de tinta negra y emborronada en las paredes. Acaricio uno de los pocos trazos que no están difuminados, y el barco entero se estremece, el papel se queja como si de viejos tablones de madera se tratase. Sigo ese trazo con la mirada, leyendo palabras que hablan de dolor, de orgullo, de olvido, de recuerdos imborrables, de miedo, de rabia… y de añoranza. Toneladas de ella. Parece que son las únicas palabras que siguen en pie. Es como si la tinta se hubiera ido, como si le hubiera caído agua encima, y la forma de los borrones recuerda a las gotas de agua al caer sobre una superficie seca. ¿Goteras, tal vez?
Fuera lo que fuera, se lo lleva una carcajada al cruzarse por mi mente. Esa manera de reír tan… sarcástica, y a la vez tan dulce.
Sacudo la cabeza y me dirijo, de nuevo, al muelle. Busco una posición que me permita ver mi flota al completo, y me planto frente a ellos con firmeza. El viento sopla y trae hasta mis oídos sus palabras: me piden que les lleve a aquel lugar. Quieren levar el ancla, extender las velas y entregarme su timón. Quieren que les conduzca a un puerto que ya me es conocido, del que les he hablado cientos de veces, sobre el cuál he escrito en ellos y en el que nunca han echado el ancla. Incluso el grande, a pesar de su evidente mal estado, se empeña en navegar. Me detengo a pensar un instante: junto a este puerto, está su astillero, el lugar en el que fueron hechos. No son objetos de colección, tenían una misión, tenían que haber llegado a aquel puerto hacía mucho, pero su capitana les abandonó. Les miro y asiento, dándoles permiso para navegar.
Automáticamente, se desencadena ante mis ojos una perfecta coreografía de aparejos y velas que ocupan sus puestos con una perfección milimétrica. Subo al pequeño, él liderará la flota rumbo a nuestro destino.
‘Cause you know I’d walk a thousand miles if I could just see you tonight.

sábado, 26 de mayo de 2012

Pausa

¡AAAAH! Vale, es una graaaaaaan putada, pero estoy de exámenes, y voy a estar sin actualizar unas semanitas. Pero prometo que este verano vuelvo con las pilas cargadas, e incluso retomaré Korén, que debido a problemas con el PC perdí el archivo y no pude seguir actualizando.
Sed buenos en mi ausencia, y suerte con vuestros exámenes.
Ña ^^  

domingo, 20 de mayo de 2012

Identidad.


                    El ser humano está condenado a la perpetua búsqueda de su identidad. Es ese constante “¿Quién o qué soy?” lo que condiciona la mayor parte de nuestras vidas.
                    Siempre estamos pendientes de dar con la respuesta apropiada. Pero, en realidad, ¿qué somos sino polvo de estrellas?
                    Si nos ponemos en plan científico, en absoluto nos alejamos de la realidad. Cada uno de los átomos que nos componen vienen de estrellas que murieron hace miles de millones de años al estallar y, muchísimo tiempo después, quedar reducidas a menos que polvo.
                    Por otro lado, siempre queda muy bien un punto de vista filosófico. Polvo de estrellas, de sueños, de ilusiones, de metas por alcanzar. Somos una constante prueba de superación… ¿o tal vez no?
                    ¿Pueden ser todos los progresos tecnológicos, médicos, etc., suficientes para considerar una nimiedad cada una de las meteduras de pata de los regresivos sistemas políticos y económicos ante los cuales agachamos las orejas sin más? Efectivamente que nuestra especie ha conseguido cosas milagrosas, tales como curar a una persona tetrapléjica y permitirle volver a escribir, pero a su vez, hemos de pensar en el dineral que costaría aquella intervención quirúrgica. Entonces, volvemos al punto de partida. ¿Nos maneja el dinero, el poder… la avaricia, en general?
                    La balanza no sabe hacia dónde inclinarse. ¿Hacemos todo esto por mejorar la calidad de vida de los habitantes del planeta, o por ganar dinero?
                    Obviamente no se puede meter a todo el mundo en el mismo saco y decir “Hale, todos unos egoístas” o “Somos todos almas caritativas y solidarias”. Evidentemente que hay de todo, desde el investigador que echa horas y horas en busca de una cura contra el Cáncer, hasta el concejal que se llena los bolsillos con el dinero de los contribuyentes sin dar un palo al agua.
                    Pero el ser humano no es tan sencillo. La identidad de cada uno no es algo que llevemos a flor de piel, es algo interior que solo nosotros podemos descifrar.
                    No vengo dispuesta a discutir sobre política, ni sobre la moralidad del hombre. Su identidad. Hoy busco su identidad. Y, generalizando, podría decir que somos buscadores de sueños, escritores de relatos con un final desconocido, creadores y destructores de vida, un ser finito. Un ser construido a base de un cuerpo que se guía por sus instintos y un alma que le guía mediante el razonamiento, que le hace ser diferente del resto de seres vivos, que le otorga la personalidad, la racionalidad. La capacidad de dar vida o de quitarla. La capacidad de ser alguien con férreos valores, o de dejarse influenciar. La capacidad de acercarnos al bien absoluto, o al más cruel de los males.
                    Vivimos dentro de una sociedad y de una cultura que nos llevan a compartir características comunes que nos pueden hacer muy parecidos, casi idénticos, que nos llevan a ser prácticamente clones unos de otros y a soñar con no serlo. Para ello, acechamos nuestras singularidades, lo que nos diferencia del conjunto, aquello que nos hace especiales, únicos o, al menos, un poco menos iguales.
No quiero llegar al final,
serán mis pasos y no el camino.
¿No ves que siempre vas detrás
cuando persigues al Destino?
Siempre es la mano y no el puñal.
Nunca es lo que pudo haber sido.
No es porque digas la verdad,
es porque nunca me has mentido.
                    Mi pregunta no es “¿Quiénes somos?”. Mi pregunta es “¿Quién soy?”, y dado que cada vez me sorprendo más y más a mí misma, no creo que jamás llegue a conocerme del todo. Siempre trataré de mantenerme fiel a mis principios: la sinceridad, la empatía, el respeto, la solidaridad. Buscaré siempre el aprendizaje, no para seguir los dictados de una sociedad que nos obliga a vivir sometidos a alguna multinacional para ganarnos el pan, sino para conocer cada vez más de lo que me rodea, y para tener la curiosidad suficiente de querer descubrir qué hay más allá de las fronteras que se nos imponen. La música no será ni mi guía ni parte de mi equipaje, será una compañera de viaje. El amor… Para saber lo que es el amor, la pregunta es un “¿Quién llegaré a ser?”. Y llegados a este punto, quién sabe lo que nos deparará el futuro. Quién sabe lo que sucederá en un par de años, o tal vez en un par de meses, de semanas, de días o incluso en dos míseras horas.
                    Fuimos, somos y seremos lo que tengamos que ser. Todo tiene un motivo, e incluso el más fatal de los errores, sucede por algo. Cambiar los acontecimientos no es algo que esté en nuestras manos. Somos seres a merced del caprichoso Hado, y llegaremos al puerto que él quiera llevarnos. 

lunes, 14 de mayo de 2012

Blablabla...


Los rumores son como las epidemias: una vez que se contagia a una sola persona, es cuestión de horas que se propaguen en todas direcciones. Son dañinos, destruyen a las personas, las apagan, las devoran…
… si se dejan amedrentar.
Ni todos los horrores del mundo que recaigan sobre mí podrán hacerme caer, o huir siquiera. 
Al lobo no hay que mirarle a los dientes. Hay que mirarle fijamente a los ojos.

sábado, 12 de mayo de 2012

Engranajes desgastados.


        Un día las cosas dejan de funcionar, sin más. No hay más vueltas que darle. Sencillamente, se estropean, o las dejamos caer y las rompemos.
        El dolor siempre es algo irreparable, y toda la tensión, todas las niñerías, todas los errores cometidos se acumulan. Más aún cuando no se tratan de solucionar, o al menos detenerlos, a tiempo. Y es por esto por lo que perdemos gente en nuestras vidas. Es por esto por lo que siempre tenemos más personas ocupando nuestra memoria que nuestro presente. Y a algunas, tal vez ni siquiera les deseemos el olvido, pero poco a poco abandonan nuestros recuerdos. Sin más hacen las maletas y se van, o bien somos nosotros quienes les expulsamos de ese rincón tan... privado.

        Voy a destinar mi memoria única y exclusivamente a aquellos que vayan a ser parte de mis últimas palabras. A aquellos que dejen de merecérselas, les condenaré al olvido. No les cerraré la puerta, pero no les será fácil volver. 
        Como los engranajes del mecanismo de un viejo reloj, las relaciones se deterioran, se desgastan y si no las prestas atención a tiempo, el reloj marcará una hora en concreto siempre. 
        ¿Y de qué nos sirve un reloj que no nos dice qué hora es? ¿Y de qué sirve una relación que nos ancla al pasado, que no nos deja progresar, superarnos, ser cada vez mejores personas? Son cosas inútiles, realmente. Si no nos sirven de nada, no hay motivo para conservarlas. Aunque sea en el fondo de un cajón.

jueves, 10 de mayo de 2012

Es triste poner punto final a capítulos de nuestra vida, pero si no lo hacemos, no podremos escribir nuevas historias.

          Te voy a reducir al pasado del que todos se olvidan. Al que nadie menciona. Al que todos evitan. A por el que nunca vuelven. Aquél del que todos huyen.

martes, 8 de mayo de 2012

Come back to me.


El tiempo no cambia a las personas, solo saca a relucir cómo son realmente.
Y él ha sacado lo mejor de sí mismo. Y cuanto más me detengo a observarle, más me maravilla. Me pregunto por qué no me di cuenta a tiempo, por qué le dejé escapar y por qué ahora lo único que me hace desear la llegada del mes que viene, es volverle a ver.


Que sepas que, si esta vez vuelves, es para quedarte para siempre.

There's a place in my soul where I know I'll find out ,deep inside me, you can be the one.

I will never let you fall. I'll stand up with you forever. I'll be there for you through it all, even when saving you sends me to Heaven.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Quote

No llores cielo y vuélvete a enamorar. Me gustaría volver a verte sonreír.
 Pero mi vida yo nunca podré olvidarte,
 y solo el viento sabe lo que has sufrido por amarme.
 Hay tantas cosas que nunca te dije en vida:
que eres todo cuando amo,
 y ahora que ya no estoy junto a ti,
te cuidaré desde aquí.
Desde mi cielo.
Mägo de Oz