domingo, 9 de enero de 2011

Supongo que nunca llegas a conocer del todo a la gente, que siempre hay algo que o no te muestran o no quieres ver.
Supongo que hay veces que es mejor abandonar la batalla, aunque eso no quiere decir que hayamos perdido la guerra
Supongo que hay veces que abandonamos la guerra, dejamos de luchar, aunque en el fondo sepamos que la única causa perdida es la que se abandona, que saber encajar las derrotas tambien es vencer.

Y cuando crees que te hundes, de nuevo, en un agujero negro, en un vacío, un abismo, en un lugar oscuro donde no llega la luz, te das cuenta de lo bellas y tentadoras que son las sombras, y más aún al reunirse en  una mirada cuyas pupilas parecen no tener fin. Ellas te miran, escrutan cada uno de tus movimientos, siguen tus actos reflejos, intentan conocerte algo más. Parecen frías, distantes, pero su realidad es que son débiles y frágiles, que cada una de sus emociones se delatan en el brillo peculiar que esos ojos tienen, pareciendo estrellas que navegan a la deriva en el mar del cielo nocturno.
Esa mirada te enseña que la oscuridad no da miedo, que es hermosa y que quieres acercarte a ella, que quieres que te envuelva en sus cálidas y acojedoras sombras.
Aprendes que lo bonito, lo bello, no es siempre la luz y lo que se ve a primera vista, sino lo que queda oculto tras la cortina de la oscuridad que lo envuelve.